Los hombres feministas son como los unicornios, ahora mismo están en todas partes, hasta se nos meten en la cama, como los hombres feministas. Nos hemos acostumbrado a su presencia y por eso ahora dudamos de si realmente siguen siendo un animal mitológico o existen de verdad. Con tanto boom estoy segura de que las niñas y niños ya no se plantean su existencia, creen que existen y corren libres por el campo. Como los hombres feministas.
Hace unos días tuve una de esas súper conversaciones de cocina con mi pareja. Son esas que surgen sin más, de un pensamiento que te ronda y del que sale toda una nueva teoría. ¿Los hombres feministas existen de verdad?
El feminismo ha logrado hacer que muchos hombres (voy a ser positiva y decir muchos) se replanteen qué papel tienen ellos en la sociedad. De ahí han surgido, desde los años 70, muchos grupos que defienden una nueva masculinidad y que se reúnen para cuestionarse cómo ellos colaboran para dejar de mantener este sistema patriarcal. Pero, aunque esto me parece positivo, me siguen rechinando un poco los oídos cuando un hombre habla de feminismo. Voy a ser sincera: no me gusta. No me hace ninguna gracia, ni creo que se deba dejar el espacio para que un hombre alce la voz hablando de nuestra lucha. Necesitamos aliados y aliadas, sí, pero aliados, no personas que busquen protagonismo y cojan una pancarta el día marcado o salgan en televisión cuando queda bonito.
¿Qué es un hombre feminista?
Un hombre feminista es aquel que de verdad se cuestiona el sistema en el que ha crecido y del que ha aprendido y decide cambiarlo activamente. No es arbitrario que diga activamente y es que muchos son feministas en la calle y en las reuniones pero ¿actúan de verdad cuando están ante una situación injusta o discriminatoria hacia una persona oprimida? Es fácil repetir un discurso, lo difícil es aplicarlo.
Repartir las horas de conciliación y corresponsabilidad, repartir la dedicación a temas familiares, ceder espacios y tiempos para que las mujeres puedan desarrollarse sin menos obstáculos son algunas de las cuestiones que un hombre feminista debe plantearse. Muchas veces oímos eso de «si ella puede hacer lo que quiera y yo le digo que no hace falta que haga esto o aquello» «yo le animo a que haga otras cosas» y yo les pregunto a esos hombres: ¿te has dado cuenta que no solo tienes que repartir el espacio y el tiempo con tu pareja sino que tienes que perder tus privilegios, renunciar y ceder para que ella pueda cogerlos?
Y es que ahí está la clave. Es donde duele tanto el feminismo, en el tocado y hundido de los privilegios. Si eres un hombre feminista o pretendes serlo es en ese punto donde debes actuar. Di no a tus privilegios o evítalos en la medida en la que puedas. Es cierto que nuestra sociedad está construida en base a esos privilegios y hay muchos que por mucho que tú te plantes se te imponen, pero está en tus manos deshacerlos públicamente.
Nuevas masculinidades, ¿mismos hombres?
Hay otra cosa que me preocupa y es que todo esto de las nuevas masculinidades a veces me mosquea un poco y me pregunto, ¿es una nueva forma de meterse en el feminismo? y no de forma positiva, sino buscando una nueva presencia. Ellos tiene presencia, posición y representación en todos los ámbitos de la vida social y ahora que tenemos un espacio fuerte para nosotras, han creado éste que atrae la atención casi más que el propio feminismo. No es una novedad, desde los 70´s y 80´s en España hay grupos de hombres trabajándose la masculinidad y cuestionando el heteropatriarcado, pero en estos últimos años que el feminismo ha cogido más representación mediática es donde han resurgido.
Que se preocupen por contribuir o por apoyar me parece fantástico, siempre y cuando lo hagan desde un lugar de distancia respetando quiénes son las que deben llevar la cabeza de la lucha.
Separarnos a veces resulta incomprensible para muchas y muchos, y se cree que es una respuesta infantil a la exclusión que hemos vivido y aún vivimos. Pero la realidad no es así, tristemente aún sigue siendo necesario buscar un espacio de confort para poder compartir inquietudes y crear alianzas al margen de los suyos. Y ¡qué narices! que también tenemos derecho a nuestros propios espacios donde seamos sujetas de la acción.
Una vez escuché a un hombre defender que nunca dirá que es feminista, no porque no quiera o vaya en contra del feminismo, sino porque aún no creía posible erradicar todos los privilegios que se les da a los hombres y por tanto no podría llamarse feminista porque la realidad de los hombres no lo es.