A veces os preguntaréis, ¿qué tiene que ver el feminismo con los encuentros eróticos? Y por qué me empeño tanto en mezclarlo y meter el feminismo en la cama. A veces me han dicho que el feminismo y las reivindicaciones deben quedarse fuera de la habitación, pero yo no estoy de acuerdo. Como mujer sexual que soy, en mi forma de comunicarme eróticamente entran mis convicciones feministas. Sin ellas no sería yo y sin mí misma no podría tener una vida sexual satisfactoria.
¿Un encuentro erótico es solo una forma de sentir placer o puede ser una vía de expresarnos políticamente ? Para mí el sexo, entendido como encuentro erótico, es una vía que utilizo para poner en práctica mis convicciones. Dicho así suena un poco utilitarista y parece que despojo al erotismo de toda su esencia y lo dejo en algo meramente usable, como una herramienta. Lo que quiero decir, es que en el disfrute que hago con mis erotismos, sola y en compañía, mi mente y mi cuerpo están impregnados de esas ideas.
🧐 ¿Te has cuestionado de dónde provienen tus fantasías?
Si nos paramos a pensar, las prácticas sexuales habituales tienen una connotación social muy relevante. Las posturas, los roles, el imaginario erótico… en un principio está masculinamente construido. Es la parte principal, el placer se produce y reproduce para la mirada masculina (hombres sociales) mientras que, por otra parte comienzan a surgir eróticas discursivas especialmente diseñadas para la mirada femenina (mujeres sociales). Es la otra cara de una misma moneda. Por un lado, la cara de la moneda masculinizada muestra ciertos adjetivos eróticos, mientras que por la otra adquiere unos tintes totalmente diferentes. Dice E. Illouz en El consumo de la utopía romántica que hoy en día el amor está feminizado. Los adjetivos que se refieren al amor suelen ser “agradables”, “íntimo”, “tranquilo”, “dulce” o “tierno”. Domina una imagen de romanticismo que nos mete a todxs en una esfera de sentimientos feminizados. ¿Por qué es el amor y los sentimientos lo que está feminizado y no la pornografía, por ejemplo? Porque cuando hablamos de sexo y lo relacionamos con mujeres, ese sexo cambia totalmente. Se vuelve a la idea, socialmente implementada, de que que a las mujeres no nos gusta el sexo, nos gusta el amor. El amor entendido como la parte más tierna y sentimental de los encuentros eróticos, como si a nosotras no nos gustara su parte más física.
De aquí heredamos un imaginario erótico diferenciado por géneros. Lo que les gusta a unxs, no le puede/debe gustar a otrxs. Dentro de este imaginario erótico se estereotipa el ideal de belleza, el ideal de qué es sexy, atrayente, sensual y qué no lo es. Un cuerpo que cumple con determinadas formas será atractivo, mientras que si hay algo en él que lo diferencia de los otros, perderá un punto en la escala normativa de soy un/una tía/o buena/o. Y diréis, ya bueno y qué hay de feminismo en todo. Precisamente lo que leéis, nada. No hay una mirada crítica hacia nuestro comportamiento erótico en la sociedad si no lo atravesamos con el feminismo. Una vez que cambiamos la mirada y miramos cómo nos relacionamos con nuestro entorno vemos cómo chirrían los discursos. Cómo nuestro comportamiento hasta ese momento no ha salido de verdad desde dentro de cada unx de nosotrxs. Es necesaria una deconstrucción del imaginario erótico, un análisis de qué es lo que nos excita, lo que nos pone y por qué lo hace. Y lo que me parece más importante, la clave está en reconstruir esos imaginarios y esas maneras de comunicarnos eróticamente atendiendo a nuestros deseos. Cada personas es sexualmente diferente y diversa y por eso no podemos aceptar una heterogeneización sexual si somos diferentes, deseamos diferente y follamos de maneras diferentes.
El sexo como arma política
En el artículo que he publicado este mes en El Sextante decía que masturbarse es, para mí, un acto político. Meterse la mano entre las bragas y reconocerse como mujer deseante y defender la diversidad de deseos de las mujeres es la mejor arma política sexualmente hablando. La sexualidad de las mujeres se relega en muchos casos a la atracción de una pareja y a la reproducción, es por eso que una vez que una mujer se encuentra en una estabilidad sexual y sentimental, su deseo se va desvaneciendo y se centra en el placer por y para la pareja. La individualidad, de la que tanto hablamos en el sistema social actual, desaparece cuando la cama se comparte diariamente. Que todos disfruten, pero ¿qué hay de una misma? Cuando aparece una pareja a la que complacer y una vida en la que el tiempo es el bien más escaso, el auto placer es la última necesidad.
De ahí que reivindiquemos el auto-placer como arma. Tocarnos, masturbarnos y sentirnos es un camino hacia el auto-conocimiento. Este autoconocimiento nos hace ser conscientes de qué es lo que nos gusta y qué no. Cuando nos empoderamos en nuestra intimidad, lo hacemos a la vez ante lxs demás. Tengo claro lo que quiero y deseo, puedo demostrárselo al mundo. Y al mismo tiempo somos conscientes de cómo somos realmente. Puedo no entrar en los cánones, pero eso no quiere decir que sea menos atractiva. Soy diferente y en esa diferencia es donde debemos encontrar nuestras esencias.
👄 Mis encuentros eróticos y mis deseos ¿son feministas?
¿Qué pasa cuando nos encontramos con que algo que nos gusta no entra dentro de “lo bien visto” por el feminismo? Esta es una discusión que he tenido varias veces. Me quedé atónita cuando me contaron que hay gente que no admite que a otras, feministas, les gustaran los roles de sumisión donde ellas eran las sumisas o juegos donde hay violencia de por medio. Y es aquí donde surge el “que el feminismo se quede fuera y que cada unx disfrute como quiera”. A mi me puede gustar ser sumisa, si soy consciente de qué juegos acepto, lo hago con mutuo consentimiento y es algo de lo que disfruto, ¿por qué no lo voy a hacer? Volviendo al tema del imaginario erótico, ¿qué pasa si mi fantasía más recurrente es que me ataquen? ¿como soy feminista no me puede gustar? Lo importante, para mí, es ser conscientes de las realidades. Podemos hacer una análisis individual y hacernos conscientes de por qué me atrae eso, pero si es algo que nos hace excitarnos y no hay mayor perjuicio, por qué no voy a permitirme excitarme con ello.
Con la pornografía sucede algo similar, yo siempre animo a buscar un porno más diverso en el que nos sintamos identificadas y se atiendan a todos los deseos, pero si a veces (o más) me apetece acudir a una película porno mainstream porque me gusta o porque en ese momento es lo que me apetece, ¿por qué privarnos? Los deseos son parte de nosotrxs y debemos disfrutar de ellos sin restricciones, para mí el feminismo está dentro de mi mundo erótico y mi mundo erótico intento construirlo con mis principios feministas presentes, pero ese mismo feminismo en el que yo creo no me coarta ninguno de mis deseos.
Hace poco dije que follarnos es un acto revolucionario y de verdad lo creo. Desde nuestros deseos y sexualidades podemos cambiar el mundo.